31/8/10

Despedida de agosto entre libros

Se asoma el último día de agosto al calendario y da gusto ver cómo los días se acortan y sentir, con el amanecer, el fresco entrando por las ventanas abiertas de par en par. Estye pasado fin de semana tomé una decisión poco trascendental: armar nuevas librerías en este piso de separado adonde llegué hace aproximadamente año y medio con una placa de provisionalidad incrustada en el cráneo. Los libros y los papeles me van ganando el espacio poco a poco así que no me queda otra que recurrir al bálsamo de Ikea. El sábado por la noche, hablando con un amigo durante las fiestas de un pueblo serrano, me comentaba que uno de los argumentos a favor de la implantación del e-book era nuestra falta de espacio para almacenar más libros. Yo, y sin que esto sirva de argumento para defender las bondades del libro tradicional, no me imagino el lugar en el que habito (o habitaré) sin mis paredes forradas de estanterías y, en ellas, apilados los libros. El mes de agosto ha traído nuevos inquilinos para esas estanterías abarrotadas, compañeros que me darán calor y compañía en las horas del otoño (y del invierno) que ya se anuncia en el color de los atardeceres. Ahí va la lista (entremezclados los que compré en el garaje de Isla y los que fueron cayendo por las librerías de Asturias y A Coruña): La dama de la furgoneta (Alan Bennett), Tortilla flat (John Steinbeck), El hotel azul (Stephen Crane), Apariencia de los signos (Juan Seoane), Helena o el mar del verano (Julián Ayesta), Kanikosen. El pesquero (Takiji Kobayashi), La habitación de invitados (Helen Garner), Las cenizas de Ángela (Frank McCourt), Nada (Carmen Laforet, en una añosa edición de Destinolibro del año 81), El dueño del secreto (Antonio Muñoz Molina), La balada del café triste (Carson McCullers, segunda edición de 1974, en Biblioteca Breve de Seix Barral), En la azotea (Juan Cruz Ruiz, Mondadori Narrativa, 1989), El triunfo (Francisco Casavella, en la colección de Nuevos Narradores Españoles que sacó el Círculo de Lectores a principios de los 90) y Una casa para el señor Biswas (V. S. Naipul, Debate).

28/8/10

Con Déborah Vúkusic, en Vigo


Ayer comí con la poeta y actriz gallega Déborah Vúkusic en el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo. Vuk es de la rara estirpe de los que creen que las cosas se alcanzan con el esfuerzo y el buen hacer. Y actúa en consecuencia. Por eso a ratos se desanima cuando mira alrededor y tiene la sensación de que ganan los que creen que las cosas se obtienen de otra manera. Conozco al director de una de las librerías más importantes de la ciudad desde el año 96 (mucho antes de que pensara que el futuro me llevaría por el camino de la edición y, también, que él accediera a ese trabajo). Nunca antes hasta ayer, en los doce años que lleva funcionando la editorial, se me ocurrió visitarle. Lo hice el día en que realicé la ronda por las librerías literarias viguesas (excepto en Babel, que tenía echado el cierre por vacaciones). Visité Librouro, Versus y la Casa del Libro. Subí y luego bajé por empinadas calles casi desiertas.Y me traje la libreta repleta de anotaciones y tareas.

Por la mañana, sobre las diez, había comenzado mi recorrido desde el hotel en Roxos, a pocos kilómetros de Compostela. Los destinos eran las librerías Follas Novas, Abraxas, Encontros y Couceiro. A veces las apariencias ocultan la realidad. En este caso constaté una sorpresa: pese a la extraña gestión de nuestro distribuidor en Galicia (cuyo comercial no visita las librerías ni hace seguimiento de los fondos in situ), los libreros de Santiago resultan gratamente plurales en sus fondos de poesía. Hasta encontré en pleno casco histórico compostelano una librería en cuyo escaparate -y llevo mirando desde Logroño hasta Vigo- se exhibía un libro publicado por David Villanueva, de la editorial Demipage (frente a lo que es habitual). Claro, que no era una librería normal: desde detrás de una puerta en la que colgaba el cartel de "privado" me llegaban los gritos y carreras de sus dos nietos por una habitación invisible. El librero me confesó luego que muchas de sus apuestas actuales las decidían, en realidad, sus dos hijas, continuadoras y renovadoras de su labor emprendida en los años 70. Santiago estaba abarrotado de visitantes y peregrinos. Y yo, como siempre, busqué la complicidad de la piedra y el silencio esquivo de sus rúas para esfumarme...

26/8/10

Con Xoán Abeleira por A Coruña

Encuentro a las 14 h con Xoán Abeleira a los pies del obelisco coruñés. Después, comida y tertulia en O Bar de Lito con una pequeña sorpresa: el amigo Xoán había quedado para tomar café con una de las libreras más pujantes y comprometidas de la ciudad, Begoña de la Nova Colón. La charla, como no podía ser de otra forma, ha repasado el momento actual del mercado literario y los problemas que en el día a día afrontan los libreros. Begoña tiene la virtud de poner el dedo en la llaga (aunque eso no guste a algunos). Yo, como editor, le agradezco la claridad y sencillez con que bosqueja la situación. Su diagnóstico me ha sido después corroborado por Amparo, jefa de la librería Arenas, situada en el Cantón Pequeño coruñés. Amparo lleva muchos años metida a librera y es, también, muy contudente. Tanto que yo, de ser sensato, debería aprestarme a tirar la toalla cuanto antes. Aunque uno tenga la sensación de que el día que el barco se hunda nos iremos todos (libreros, editores y distribuidores) al fondo. Pero algunos con salvavidas.

Luego, ya con la narradora y poeta Begoña Paz (La manera de recogerse el pelo. Generación blogger), nos acercamos hasta la librería Xiada y hasta una de las más antiguas de la ciudad, la librería Lume, donde pude charlar largo rato con Dolores, una de las socias. Lume abrió en el 75 y fue testigo privilegiada de una época plagada de dificultades e ilusión (casi a partes iguales): la transición.

En la Nova Colón, Silvia -hermana de Begoña-, me abrió la trastienda para que pudiera navegar por Internet y encontrar el hotel de Compostela desde el que ahora escribo estas líneas. Como editor diré que tiene mucho morbo entrar en la trastienda de una librería (es, a su manera, como hacerlo en la sacristía de un templo). Aunque uno lo haga en soledad.

Acabo de caer en una cosa: olvidamos visitar la librería Sisargas. Desde la ventana del salón de la casa del poeta, traductor y amigo Xoán Abeleira se divisa la boca de la ría de Betanzos. Charlamos, reímos, probamos un pulpo delicioso. Tomé algunas fotos de Xoán rodeado de sus libros y demás fetiches. Imágenes como la que acompaña esta entrada, en la que sostiene una obra de un artista coruñés que se titula "El espíritu de Xoán Abeleira".

Ronda de librerías: Oviedo y Gijón

Ayer por la mañana en Oviedo comprobé en mis propias carnes los extremos a los que llega la precarización laboral: andaba buscando una oficina de correos para enviar unos ejemplares que llevaba conmigo desde la semana pasada y tuve la feliz idea de preguntarle a una cartera (con el uniforme y el carrito de Correos) si podía indicarme dónde se encontraba la oficina más cercana para hacer el franqueo de los sobres. Por lo que luego pude adivinar no estábamos ni a cien metros en línea recta de ella y la pobre mujer no supo indicarme y, es más, me llevó en dirección contraria. ¿Se puede imaginar alguien dónde acabarán los sobres que reparte de buzón en buzón?
En fin, después de este encuentro en la tercera fase he visitado la librería Cervantes y tuve la oportunidad de adentrarme en las entrañas de la misma: la razón es que la propietaria andaba de vacaciones y una empleada me envió a hablar con Javier (un empleado que tenía su despacho en el sótano del edificio, una especie de puesto de recepción de mercancias). Toda una aventura.
Después visité la librería La Palma, charlé con Enrique, le expliqué las bondades de nuestras colecciones de narrativa y poesía, le entregué un par de ejemplares de las dos primeras novedades del próximo mes de septiembre y me fui del establecimiento sin haber visto un solo ejemplar de la editorial. Ni siquiera en los estantes de poesía. Pero como un editor, según el manual, debe de tener más moral que el Alcoyano, me encaminé a los dos siguientes destinos: las librerías Polledo y Ojanguren. En la primera estuve hablando con Ángeles y en la segunda con Roberto. Poco pude sacar en claro excepto una cosa: hay libreros que siguen aferrados al binomio Visor-Hiperión. Menos mal que después de este segundo encuentro en la tercera fase he podido hablar un rato en una terracita con la poeta Ana Vega (incluida en la antología La manera de recogerse el pelo. Generación blogger).
Y luego enfilé por la autovía para Gijón. Jaime Priede se encontraba en León, y David González missing, así que disponía de todo el tiempo del mundo para desenredar la madeja de las seis visitas planificadas. Empecé en la calle de la Merced por Paradiso. Chema es, probablemente, el librero más afamado de la ciudad y siempre es un placer acercarse hasta su establecimiento. Desde aquí hay un paso hasta la Central: Javier Melón distribuía hace años nuestros libros en Asturias (Terrier) y era obligado saludarle. De paso conocí a Lola, su mujer. Una hora y pico después hice lo propio con Julia, en la Casa del Libro gijonés. Muy atenta y receptiva.
Las tres últimas paradas fueron, por este orden, en La Buena Letra, con un amable librero, Rafa; la Librería de Bolsillo, con Valentín, que me comentó la posibilidad de que participemos de alguna manera en un proyecto en el que andan trabajando los libreros locales, la organización de una Feria del Libro en otoño; y Cornión, donde Isabel se lamentó de la situación del negocio. Mañana toca la primera de las etapas gallegas: A Coruña y Santiago de Compostela...

24/8/10

Ronda de librerías: Logroño y Santander

Hoy ha amanecido encapotado en Picos de Europa. La enorme luna llena que anoche tiznaba las cumbres cenicientas de los riscos más elevados ha dejado paso a esa niebla que se agarra, con jirones, a las copas de los árboles. Dice el dueño del hotel que es el primer día de agosto que ha llovido por aquí arriba...; ayer visité las librerías Estvdio (con Miguel Ángel y Lydia) y Gil (con Gisela) en Santander y, también, la librería Sancho Panza en Cabezón de la Sal (Cabuérniga). La librera, Marta, luce un maravilloso embarazo de siete meses. El sábado estuve por Logroño: con Jesús, de la librería Castroviejo (en la mítica calle San Juan), en la foto de la izquierda, y con Javier, de la librería Cerezo, en la calle Portales (frente a la catedral). El recibimiento fue muy bueno en todas ellas (da gusto ver el movimiento de público que hay en estos establecimientos durante el mes de agosto); nuestros libros están visibles y los libreros respetan el trabajo que se ha ido haciendo a lo largo de estos últimos años. Motivos para estar satisfescho.

Luego, el domingo a mediodía, hice un alto en el camino en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja) para saludar a Antonio Crespo Massieu (El peluquero de Dios) y a su mujer. aprovechamos para hablar de libreros, libros, poetas, concursos de poesía y hasta de agentes literarios...

Esa noche pernocté en Arnuero (Cantabria), en una preciosa hostería de esas con escaleras de madera que crujen y muros de piedra y grosor desmedido. En el casco histórico de Isla (nada que ver con la zona de la playa) me tropecé con la librería de segunda mano que Jesús Mazos (de la librería San Antonio de Barakaldo) abre en verano en el garaje de su casona familiar. Una delicia bucear entre tantos títulos. Salí de allí con siete ejemplares de lecturas pendientes, empezando por Nada, de Carmen Laforet, y acabando por Las cenizas de Ángela, de Frank McCourt. Un dato curioso: en las librerías de segunda mano no abundan las ediciones de poesía. ¿Será porque los dueños de bibliotecas donde prima la poesía sobre la ficción no liquidan sus fondos nunca?

14/8/10

"Black, black, black", Marta Sanz

Resulta complicado pescar una imagen de Marta Sanz en el caladero de la Red. Marta vive en Malasaña. Marta publicó, en abril, su doble primer poemario -Perra mentirosa y Hardcore- en nuestra colección Bartleby Poesía. Era un dos por uno, un libro que se puede leer en dos direcciones, una propuesta con dos portadas y una única escritora. Casi como Black, black, black, novela presentada a la XXVII edición del Premio Herralde de Novela y que pese a no resultar ganadora, ni finalista, a Marta Sanz le ha servido para que se le abran las puertas de la editorial Anagrama. Son las injusticias de estos vasos comunicantes en que el mercado convierte al mundo de las editoriales. Puede que Herralde ande en horas bajas y que la fuga de cerebros le esté poniendo las cuentas al rojo pero nadie podrá dudar de su olfato ni de su oficio. Y Marta Sanz es una buena presa que llevaba ya varias novelas deambulando cerca de los máximos altares literarios de este país. Así que, con todo, enhorabuena (once again), Marta.

Que el género de la novela negra es agradecido para el lector resulta evidente. Emplazarlo en Malasaña City, en una comunidad de vecinos como la que podamos vivir, y olisquear, cualquiera de los mortales y darle una buena vuelta de tuerca, con una escritura de alto voltaje, es un juego de seducciones y apariencias en el que
Marta Sanz ha demostrado cuajo y solvencia (una vez más). Tres puntos de vista en primera persona para un juego a tres (o muchas más) bandas con el que desenredar las claves de un asesinato no resuelto por la policía en el que nada es lo que parece hasta el penúltimo párrafo de la última página. La 332. Un desenlace que obliga a releer hasta las citas, reveladoras.

Porque a Marta Sanz le gusta provocar al lector, llevarle a la puerta del cuarto oscuro, enseñarle la patita por la rendija, revelarle que desear, y hacerlo bien, es una tarea mjuy (pero que muy) difícil, o que las cosas no tienen sólo que ver con el orden que nos son reveladas o con las verdades (que son mentiras) a medias. Marta Sanz escribe para subvertir. Marta Sanz escribe radicalmente bien, obliga al lector a hacer gimnasia al pasar entre sus páginas, es una escritora que despierta envidia. Una dulce envidia. Como la sangre gris derramada a sabiendas entre las páginas de Black, black, black, su última novela.

13/8/10

De librerías por Ribadeo

Ribadeo es la capital comarcal de la comarca de A Mariña lucense. Una villa grandota, afeada, como un adolescente que pegara el estirón, al que se le llenara la cara de granos y toda la ropa le quedara, de repente, corta. Conserva a duras penas un casco antiguo volcado hacia su viejo muelle (ahora transmutado definitivamente en puerto deportivo sobre la ría). Es, además, el centro comercial que hace de gozne en una amplia zona limítrofe entre Galicia y Asturias. Y conserva unas cuantas librerías adonde acudo cada estío para entregarme a uno de mis secretos placeres: rebuscar entre montañas de títulos de viejos libros hasta encontrar alguna perla olvidada. El otro día, por ejemplo, me topé con una novela de John Ashbery y James Schuyler, Un nido de lobos, editada por Elipsis, por 3 €. Y ayer volví, otra vez, a entrar en Gráficas Santiago, que está considerada como una de las librerías más antiguas de toda Galicia (y eso que su historia se remonta al año 1963). Ubicada en el número 8 de Rodríguez Murias, la calle peatonal por excelencia de Ribadeo, ocupa un edificio de tres plantas que alberga, además del comercio, el Centro Galego das Letras, un espacio expositivo y bibliófilo donde se cuida con un mimo especial el libro editado en gallego. Al frente de la librería está Andrés López-Santos, segunda generación de libreros, aunque por allí uno se encuentra siempre a su madre, Mª Luisa Santiago, iniciadora del negocio familiar. Entre el bullicio que envolvía la calle, después de un día anubado donde el nordés fue lamiendo cada vez con más fuerza los rostros bronceados de los paseantes, pude charlar con él sobre la manera de trabajar de nuestro distribuidor en Galicia. Sobre las presencias y las ausencias. Clarividente conversación, sin duda. Os dejo un enlace con un artículo muy interesante sobre las librerías más antiguas de Galicia que siguen en activo que publicó La Opinión de A Coruña.

11/8/10

Geografías de la infamia: Arnao

A estas de alturas de agosto el maíz ha alcanzado ya una altura cercana a los dos metros. El aire de la tarde supura un espeso dulzor agrio que procede de las explotaciones ganaderas que jalonan la carretera. A mediodía todavía algunos peregrinos a Compostela se aventuran a caminar sobre la herida ardiente que abre el asfalto entre los maizales y los prados cercados. A veces la carretera parece estrecharse aún más: es cuando se transita entre dos plantaciones de maíz. Ahí al silencio le sustituye un run-rún que parece metálico. La aprensión del maizal. Los caminantes aprietan el paso buscando que el horizonte se hinche de nuevo, como una vela mayor, y el azul respire pespunteando el destello de los tejados de pizarra de las casas en la lejanía.

El lugar se llama Arnao y está en el lado asturiano de la desembocadura de la ría del Eo, un balcón que se asoma a la costa varicosa de Ribadeo. El sábado pasado llegué allí por casualidad. En realidad S. me animó a ir para ver cómo estaba la zona próxima al aeródromo donde antaño, cuando niños, alguna vez había acompañado a mis padres para pasar una tarde de merienda en el campo.

Una vez superadas las revueltas que conducen a la playa del mismo nombre hay una bifurcación con forma de i griega. Una conduce a la Punta da Cruz, extremo occidental de la afilada costa sobre la ría y el Cantábrico, y la otra hasta el área recreativa de Arnao. Se trata de un bonito prado con mesas de madera, barbacoas, mechones de hierba verde y una zona arbolada. Un lugar perfecto para un picnic si no fuera por el monolito anónimo que recibe a los visitantes junto al aparcamiento habilitado sobre la hierba. Recuerda que aquí estuvo situado un campo de concentración franquista que funcionó hasta bien entrados los años cuarenta (es decir, bastante después de concluida la Guerra Civil). En el cielo las nubes bosquejan hipnópticos dibujos y yo recuerdo ahora los campos de detención y trabajo forzado que duermen en el oprobio del olvido (me refiero a los que jalonaron la construcción de la línea férrea Madrid-Burgos-Irún a su paso por el Valle del Lozoya madrileño y me pregunto ¿hasta cuándo el miedo o la memoria cercenada sobre el dolor?

9/8/10

Rituales de verano II

Cada noche, a la hora de dormir, mi pequeña Sara me pide que le de la mano, un puente tendido entre las dos camas. Ella sostiene la teoría de que si caemos en el sueño con ellas enlazadas compartiremos nuestras aventuras nocturnas. Trazamos entonces planes sobre lo que soñaremos hasta que el silencio, sólo roto afuera eventualmente por el griterío de las gaviotas, o el cansancio, nos sumergen en el duermevela definitivo.

Cada mañana, al despertar, yo le pregunto si recuerda lo que ha soñado. Ella, con la inocencia de los cuatro años, me dice que no recuerda nada. Yo, por contra, me hago el loco.

Y así luego, cuando llega la noche, repetimos idéntico ritual mientras Sara bosqueja princesas imaginarias o urde un pequeño catálogo con sus añoranzas infantiles.

7/8/10

Los desdichados de Larry Brown

Acabo de terminar la lectura de las galeradas del libro de relatos de Larry Brown que publicaremos a finales de septiembre. Se titula Amor malo y feroz (Big bad love), en la traducción -excelente- de Luis Ingelmo. Durante estos días he estado recibiendo llamadas telefónicas y mensajes por e-mail de algunos de los libreros a los que hace a finales de junio les enviamos la edición limitada de estas pruebas (impresas y encuadernadas): todos coinciden en el entusiasmo con que las han leído y cómo les ha enganchado el estilo directo, sin concesiones, con que escribía Brown. Además, en esta misma semana la revista Culturamas publicó en su apartado dedicado a la creación un anticipo del libro. Amor malo y feroz está plagado de tipos buenos que hacen, una y otra vez, las cosas mal; de perdedores que equivocaron, no se sabe cuándo, la dirección a tomar. En estos relatos se respira el Misisipi profundo y, también, la desdicha de los que viven al margen de todo (la sociedad, la familia, la ley pero, básicamente, la esperanza). Los relatos de Brown son un brutal y descarnado retrato de la América profunda y solitaria que recuerda, y mucho, a la desolación de No es país para viejos, de los hermanos Coen (por cierto, en EE.UU. el libro sirvió como guión para un largometraje de similar título que nunca se estrenó en España). Brown rinde homenaje en varios de sus pasajes a los autores que le gustaban, desde Carver a Chandler. Brown nos invita a la banda sonora de su vida recorriendo las broncas carreteruchas secundarias de su Misisipi natal. Larry Brown la palmó, de un ataque al corazón, con 53 años. Larry Brown tuvo, además, la mala suerte de llamarse igual que un ex-jugador y entrenador de baloncesto así que las búsquedas por internet hay que matizarlas: yo añado a su nombre y apellido un "escritor". Imagino que él, desde allá donde se encuentre sonreirá y dirá como cualquiera de sus personajes un "Bueno bueno bueno bueno bueno bueno".

4/8/10

sin noticias de larsson

Primera entrega de la encuesta estival playa de Tapia-2010: sin rastro de Larsson. No sé si preocuparme o regocijarme. He visto que una novela de la Esfera que se titula "El cococdrilo de los ojos amarillos" (o algo así) lleva trece ediciones...

3/8/10

Otros rituales estivales

Ayer iniciamos el segundo asalto a las vacaciones estivales. Mientras Sara dormía plácidamente en el asiento trasero del coche, Miguel y yo disfrutamos del amanecer, con el sol convertido en un bola anaranjada alzándose sobre el horizonte de la Tierra de Campos vallisoletana. Luego, por la tarde, me encaminé con Sara hasta los acantilados que enfrentan el faro de Tapia para fotografiar el ocaso. Por la mañana el cielo era una pantalla de azul líquida y totalmente despejada. Al caer la tarde, en la costa asturiana, el astro remoloneaba entre la capa de nubes panzudas y grisaceas que envolvían el horizonte.
Ayer recibí la llamada de un librero pamplonés, entusiasmado tras su lectura de las pruebas encuadernadas de Amor malo y feroz, el libro de relatos de Larry Brown que publicaremos este próximo otoño. Hoy el correo-e lo he recibido de Javier, de la Librería Cervantes, de Alcalá de Henares, igualmente encantado y divertido con el libro de Brown. Luis Ingelmo, su traductor y mentor, se ha encargado estos días de repartirlo por las librerías de Zamora y Salamanca en las que resulta habitual encontrar nuestras novedades.
El sopor de la hora de la siesta se extiende entre los gañidos de las gaviotas y el suave balanceo de las ramas de los árboles ahí afuera, al otro lado de la ventana...

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