31/1/15

Los lunes, de Ignasi Vidal, al sol


Hace ya dos años que Esther Santos Tello, por aquel entonces sólo una entusiasta desconocida metida a agente literaria, me vendió su primera moto: publicar una obra de teatro escrita por un actor nacido en Barcelona y residente en Sevilla de nombre Ignasi Vidal.

Vidal trabajaba por entonces en el montaje ambulante que recorría España, de teatro en teatro, representando el musical "La bella y la bestia". Él cumplía con el papel protagonista masculino, embutido tras una máscara bestial (no podía ser de otra manera) y varios kilos de maquillaje. La idea era simple: vender nuestro libro, El plan, entre el resto del merchandising del musical. Os podéis imaginar el fiasco. Pero, gracias al optimismo y la buena disposición de Ignasi, pudimos organizar varias presentaciones librescas por la geografía patria. Llegar a rincones de otra manera inaccesibles. Zaragoza, A Coruña, Sevilla, Valencia. Seguro que alguna capital más que ahora no recuerdo. Puestos a soñar resultó que la dupla Vidal/El plan fue el segundo libro más vendido en el Sant Jordi de aquel año en la parada que organizaba una conocida llibrería de la ciudad condal de cuyo nombre ahora no me acuerdo. Por delante de muchos escritores con galones.

En fin, parecía que el sueño de El plan languidecía como lo hacen la mayoría de los libros (y más dos años después de su publicación) cuando el tesón de ambos, Esther e Ignasi, nos lo han devuelto a las tablas madrileñas. A partir del próximo lunes 2 de febrero se va a estar representando en uno de los locales con más prestigio del circuito teatral alternativo de la ciudad: La Pensión de las Pulgas, al final de la calle de las Huertas, en pleno Barrio de las Letras. Ayer, con la lengua fuera (como le corresponde a todo editor enredado en su laberinto), llegué hasta allí para presenciar (junto a otro pequeño grupo de elegidos) el ensayo final.

Asistir a una representación de una hora y media del tirón en un espacio que no está pensado para dramas tan largos es un pelín incómodo. Vaya eso por delante. Yo creo que El plan se merecía un patio de butacas donde el abismo no se vea tan cerca y las piernas se puedan estirar. O tal vez no, porque presenciar el montaje que dirige el propio Ignasi con Chema del Barco, David Arnaiz y Javier Navares en plan estelar, es como contemplar en silencio en el salón de casa el encuentro de tres amigos, qué digo, de cuatro, porque uno se siente identificado con todas y cada una de las tramas de esta triste comedia que ideó Ignasi unos años antes de la crisis.

¿Una comedia más sobre la crisis y sus consecuencias pero escrita antes del advenimiento de la misma y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria? ¿Ignasi Vidal en pose zahorí? La deslocalización de una fábrica, trasladada desde la imaginaria ciudad donde malviven los protagonistas hasta Polonia, conduce inexorablemente a las filas del paro a varios cientos de trabajadores. Gentes normales, como tú y yo, que de la noche a la mañana se ven abocados a poblar las filas del INEM sin mayores esperanzas. Habitantes del país del paro. Desheredados que pelean por el mínimo regalo que esconde una bolsa de pipas con sal y que beben cervezas por no morderse las uñas. Ellos tienen un plan y, de camino para cumplirlo o abortarlo, como todos los que antes pasaron por sus cabezas, transitan durante hora y media por esa minúscula línea que separa el precipicio de la nada. Una comedia triste, ésta de Ignasi Vidal, que nos enfrenta, como espectadores, a todos nuestros fantasmas. Esos que habitan en las habitaciones y neveras vacías de nuestras casas. Ni siquiera las carcajadas que nos sacan a ratos os van a salvar del pavor de ser compañeros de viaje. Que lo sepáis. Y que no dejéis de ir a verla, claro. A la salida seguiremos vendiendo ejemplares del libro con el que empezó este viaje que apura nuevas etapas.


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