10/11/09

Leyendas urbanas

Un buen amigo mío que, además sabe mucho de libros, me comentó el otro día que entre los editores circula una de esas leyendas urbanas que la realidad se encarga de desmentir cada día. Nosotros, los que editamos libros, estamos convencidos de que para vender un título es necesario que los ejemplares estén visibles y bien presentes en las librerías. Y ése es, precisamente, uno de los caballos de batalla que mantenemos con las distribuidoras. En mi caso el convencimiento de que, en efecto, es así, viene dado por mi doble condición de editor y lector. Como comprador de libros es extraño que salga de una librería a la que he ido a comprar un título concreto sin llevarme, en la bolsa, un par de atractivos ejemplares de otros títulos que sólo se hicieron visibles a mi curiosidad cuando los tuve delante de las narices mientras curioseaba entre anaqueles y mesas de novedades. Mi amigo, por contra, sostiene que no es necesario que un libro esté visible para que se venda. Y vosotros, lectores y visitantes de este blog ¿qué opináis? A la derecha de esta entrada os dejo una encuesta para saber quién está en lo cierto, si mi amigo o yo. Gracias por participar.

12 comentarios:

Mertxe Costas-Bookworm dijo...

Definitivamente como lectora me dejo llevar por las mesas donde están expuestas las novedades y al igual que tú, aunque vaya a por algo en concreto siempre salgo con libros "no previstos".
Yo creo que cada vez que me ven entrar en mi librería de confianza se empiezan a frotar las manos.

No tengo remedio. Siempre encuentro algo que me sorprende. Además, y sé que no debería ser así, me dejó conquistar por una buena portada, lo que al final muchas veces no se traduce en una buena lectura. Siempre encuentro un libro de un autor que conozco y no sabía que tenía otro en el mercado, o la segunda o tercera parte de una novela que no sabía que tenía continuación.

En fin, que cualquier excusa me sirve para salir con libros de una librería. Eso sí, si voy a por algo en concreto y por extraño que sea que compro nada de lo que hay bien visible, es raro que rebusque en las estanterías. Eso sólo lo hago cuando voy a La Casa del Libro con todo el día libre y sin prisa.

Un saludo

David Pérez Vega dijo...

Hola Pepo:

Por lo que estudié en Administración y Dirección de Empresas, nada en un supermecado (o en una librería) sucede al azar; ni la música ambiente, ni la iluminación, ni los productos que están al final (productos de primera necesidad: leche... que obligan a recorrer todo el supermercado) o junto a la caja registradora (los llamados "poductos de compra por impulso", los que no pones en la lista de la compra: chicles, pilas...)

Si te sirve de ejemplo: en una ocasión en el Fnac de Callao, vi como una empleada de más experiencia enseñaba el trabajo a un nuevo. Yo disimulaba hojeando libros y me iba fijando: Le decía, respecto a los libros que están en los estantes de novedades, que los que más esperaban vender había que colocarlos cuanto más cerca del pasillo mejor para así atraer la atención de quienes se movían por los pasillos... Nada se situa al azar en una librería como esa.

Por cierto: ni en el Fnac de Callao ni en la Casa del Libro que está enfrente de donde ponen Cortilandia tenían ayer "Sudeste" de Conti. Me pareció una pena que eso fuese así después de leer la reseña de Posadas (al menos para mí un referente en literatura Hispanoamericana.
Aunque ya lo compraré, tiene muy buena pinta ese libro. Además estuve este verano de vacaciones visitando el paisaje del que habla.

Saludos

Kosmonauta del azulejo dijo...

Pues yo represento el 1% de tu encuesta. Cuando vi los resultados pensé: soy más rara que un escorpión en una joyería. Vaya. Será que voy a por los raros... pero no me dejo llevar mucho por lo que veo en la mesa, suelo entrar con el título in mente y soy de rebuscar mucho y de sentarme a leer un tocho antes de comprar, a menos que ya conozca al autor. No me dejo llevar mucho por las portadas, antes sí que lo hacía.
Pero bueno, nada de esto es regla.
Un saludo.

Eva Monzón dijo...

Los libros que uno quiere, los busca y rebusca, y encontrarlos es realmente un placer, pero la mayoría de las veces, uno entra en una librería y no sabe qué se va a encontrar, la alegría de toparse con los que no se esperaba, es igual de gratificante que el primer caso. Lo único es que han de estar ahí, físicamente.
Los libros se han de ver.

Eva Monzón dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Manuel Abacá dijo...

Los que están a mano siempre tienen más posibilidades de acabar en mi zurrón. Yo siempre llevo una lista -lo cual indica que soy tan organizado como cuando voy al Mercadona-, muchas de las novedades las obvio; pero, por ejemplo, si ese libro es de una editorial de las que sigo, y está a mano, le echaré un vistazo más fácilmente que si está oculto. Es pura probabilidad o impura posibilidad. Si es un día en el que no compro muchos libros, la lista tendrá más opciones de ganar la partida.

Anónimo dijo...

La venta de libros reside en la visibilidad (y digo la venta, no su posterior lectura, que es ya otra cosa). Y la visibilidad no se determina sólo por su exposición privilegiada en la librería (que es importante), sino por un conjunto de otros factores. Uno de ellos es la fidelización de un conjunto más o menos grande de personas que se puede lograr, por ejemplo, a través de un Blog como el tuyo, que crea ambiente literario e integra en una sensibilidad a los lectores.

Miguel Veyrat dijo...

Mi experiencia como poeta es la siguiente, vuelta a comprobar con motivo de mi último libro, que a pesar de llevar un sello reconocido en cubierta bajo el título y mi firma, se encuentra siempre en los anaqueles en el orden alfabético consabido.
Como es lógico, yo saco el libro de su funda y lo coloco sobre la mesa, bien visible. Al día siguiente, o a lo más una semana, el libro ha desaparecido. Horror, alguien lo ha comprado, sí. Entonces la técnica prosigue con el siguiente paso: ¿Tiene "el libro X", de don Fulano de Tal?. No, se ha terminado. ¿Sólo tienen un ejemplar de cada libro? Sí, lo reponemos cuando se vende. Admirable diálogo. Pasados unos días otro ejemplar aparece en su sitio, correctamente colocado entre mis colegas cuyo apellido empieza con la misma letra que el mío.
La operación recomienza, como el juego de las mareas, aunque no siempre la practico pues a menudo entro en una librería en busca de una presa codiciada o del inmenso placer de hallar una perla ignorada al rebuscar entre los demás libros "colgados", como fue el caso de "Sudeste". Y además no publico tanto como para que esa práctica se convierta en obsesión.
Admirable reflexión la tuya, Pepo, que sólo cambia si el autor es "mediático", o sea si ha recibido un premio reciente o frecuenta los medios de comunicación. Habitualmente, gracias a sus amistades periodísticas o el dueño de la librería o su empleado. Lo dice quien ¡ay tiempos! sí fue un periodista "mediático"; pero entonces no publicaba poesía. Por todo ello, rara vez me detengo en las mesas; sé que su colocación obedece a razones extraliterarias, en la mayoría de los casos.
¡Ah! y también salgo siempre, tras mi operación de comando, con uno o dos libros más en la mano camino de la Caja.

Lola Torres Bañuls dijo...

A mi me parece que si el libro está expuesto y a la vista se venderá más.
Sin embargo como lectora de poesía, suelo elegir las lecturas a través de recomendaciones de otros lectores o de críticas o simplemente unos autores me llevan a otros. En este caso no me queda más remedio que encargar el libro y esperar a que venga. No suelo enconrar fácilmente los libros que quiero leer.

Un saludo

Kosmonauta del azulejo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Cristina Morano dijo...

Creo que la metodología de colocar los libros de poesía al fondo de las tiendas y en lugares poco iluminados también está estudiada como sistema de ventas. A los lectores y poetas les gusta el hecho de rebuscar y la vanidad del "hallazgo". En el Corte inglés ponen los libros juveniles de vampiros, tan de moda, en los riconcones para que los jovencillos se reunan allí y los compren en su "ambiente".
Lo que quiero decir que cada objeto tiene su lugar y su modo de venderse: los best-sellers en los sitios donde se ven fácilemnte, los libros técnicos bien ordenaditos en aparadores, y la poesía, o los libros de culto, al fondo.
En fin Pepo, a ver si nos vemos pronto y salen nuestros libros. ¡Besos!

Bartleby Editores. 1998-2008: Diez años creando lectores dijo...

Cristina, estamos de acuerdo en que en el mundo de los libros, como todo en esta vida, ocupa su lugar. A veces, claro está, señalado por las estrategias de venta que ya han sido analizadas pormenorizadamente en los cursos de marketing de las Escuelas de Negocio. Pero aquí lo que se trata de dilucidar no es el lugar que ocupan unos u otros libros. Ni argumentar en torno a poesía o ficción. La encuesta la colgué para evidenciar otra situación: la no visibilidad de muchas de las editoriales que, como lombrices, se encargan de mantener la buena salud del subsuelo del jardín literario. Por suerte o por desgracia, nuestros libros de poesía son más o menos visibles en los diminutos espacios que este género dispone en las librerías. La pregunta, en el fondo, era para tratar de analizar las causas que expliquen el abismo que hay, a día de hoy, entre las magníficas críticas que están recibiendo nuestras apuestas en el campo de la narrativa y su presencia en las mesas de novedades. saber qué explica, por ejemplo, que una novela que recibe el calificativo de "obra maestra" en los suplementos literarios de El País y ABC esté, por contra, de espaldas a la pared (o que no esté) en muchas librerías mientras que otros muchos libros de otras muchas editoriales -sin tener ni siquiera una crítica publicada a favor o en contra- ocupen hueco durante meses en las mesas de novedades...

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