2/9/09

Azar

Vamos con una entrada a lo Auster. Quisimos publicar su poesía. Jordi Doce, que había escarbado entre los poemas de juventud del neoyorquino durante sus años mozos en Inglaterra, nos ayudó a desistir de la idea: excesivo el esfuerzo para el fruto final. Nada que no pudiera despreciarse o que no estuviera, luego, en sus poemas posteriores. Acabamos publicado, entonces, el único libro de poesía (poemas en prosa) que había escrito su segunda mujer, Siri Hustvedt. No fue un acto premeditado: la sección de Uni-Versos que coordina Amalia Iglesias en el suplemento ABCD nos puso sobre la pista. En realidad, fue una llamada de Jaime Priede al leer la traducción que hacía Julia Piera de esos versos en ABCD la que nos puso sobre la pista. Tiempo después decidí comprar los derechos de un libro de narrativa que había tenido muy buena acogida entre lectores y críticos estadounidenses. La autora, desconocida para nosotros, era Lydia Davis. Transcurridos unos meses, y elaborando un dossier para el equipo de comerciales de nuestra distribuidora, descubrí con asombro que ella había sido la primera mujer de Auster. Parecería que andábamos dando vueltas en círculo. Digo todo esto porque entre ayer por la tarde, algo de la madrugada pasada, y esta mañana, he concluido la veloz lectura de una novelita que atesoraba entre los estantes de mi cuarto y mis mudanzas. Se titula La vida privada de los árboles. El autor, un escritor joven chileno (¿o debería decir un escritor chileno joven?), llamado Alejandro Zambra. Se editó en 2006 en la colección Narrativas Hispánicas de Anagrama. Al llegar al último punto y aparte me abrumaba la pregunta: ¿por qué no hasta ahora? ¿y si la hubieras leído nada más comprarla?¿te habría dicho lo mismo?¿hubieras tenido los ojos cerrados y el corazón sellado y la historia de Julián y Daniela habría pasado entonces desapercibida? El azar, una suma de decisiones anudadas sobre la marcha, por aquí, por allá, el atasco, la espera en correos, la calle que no deberías cruzar y que te conduce de la mano hasta la esquina donde no deberías de haber estado en ese momento de haber decidido justo lo contrario dos o tres manzanas antes. ¿Qué nos mueve, misteriosamente, a recuperar esos libros que quedaron esperando a que alguien los leyera? En todo caso, el estilo de Zambra es cautivador, reposado, detallista, conserva la capacidad de evocar y de abrirnos los ojos. Como el cuchillo que saja una sandía bien madura, dejando al descubierto la fresca y dulce carne que luego devoraremos con cierta voracidad animal. La misma que nos engancha a un buen libro.

2 comentarios:

Eva Monzón dijo...

El azar; el libre albedrío o el destino prefijado, ¿ese libro se escondió hasta que tuviste que leerlo o una casualidad sin más te lo llevó a las manos? Ese rodeo que empezó, quizá con la casualidad de otros, que tampoco iban a hacer esa ruta en ese momento pero que al final hicieron, ¿estaba escrito, o fue puro juego? ¿la vida es algo más que la suma de las casualidades o por el contrario, somos piezas ajustadas de antemano? y lo malo, es que pensemos lo que pensemos, no somos capaces de ser dueños ni de un solo minuto del día. Así que leamos, devoremos y sigamos preguntándonos si somos o no casualidades.

Amalia Iglesias Serna dijo...

Detrás del supuesto azar o casualidad a menudo suele estar la búsqueda y la pasión de alguien. Un día Julia Piera me preguntó si estaba interesada en publicar un poema de Siri Hustvedt (ni yo, ni casi nadie entonces, creo, sabía que Siri Hustvedt había escrito poesía)en la sección Uni-Versos del ABC. Durante sus años de investigación en la biblioteca Widener de Harvard, Julia Piera, buscando libros de Siri Hustvedt, cuya narrativa conocía bien, encontró el que probablemente era su primer libro. Se trataba de un pequeño volumen de poemas titulado "Reading to You". El libro le interesó tanto que, a través de Eduardo Lago, se puso en contacto con la escritora y le pidió permiso para traducir algunos poemas. Por supuesto, ella lo aprobó y el primero de esos poemas traducidos salió publicado en Uni-Versos. Luego recuerdo la llamada de Pepo interesándose por el libro y pidiéndome el contacto de Julia. La traducción salió en Bartleby y es un precioso libro que recomiendo a quien le guste la buena poesía. El azar sí participó, pero comenzó mucho antes en los sótanos de la biblioteca Widener de la mano de una búsqueda.

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