31/1/10

Soria y Argentina: la memoria y sus accidentes

He estado leyendo estos días dos libros sobre la memoria. El primero, de Abel Hernández, me lo recomendó Manuel Rico (que, a su vez, lo había presentado hacía unas semanas junto a su autor, en Madrid). Recupera, siguiendo el hilo de un diario de infancia de Hernández encontrado casualmente en una hueco escondido en el desván de la vieja casa familiar, sucesos y anécdotas que muestran cómo era la vida en un pueblo perdido (y hoy en día abandonado) de las Tierras Altas sorianas. El segundo, escrito por el periodista argentino de origen británico Andrew Graham-Yool, me lo envió por correo hace un par de semanas Luis Solano -editor de Libros del Asteroide- con la recomendación de que leyera el capítulo donde el narrador rememora los días que siguieron al secuestro y desaparición de Haroldo Conti. El libro se publicó en España en 2006 y se titula Memoria del miedo. Es un lúcido y estremecedor retrato de la Argentina de los años setenta, sumida en el terror de la dictadura militar y de los grupos paramilitares. Un retrato narrado por un testigo privilegiado y milagrosamente vivo: trabajó como redactor en la edición porteña del Buenos Aires Herald, diario publicado en lengua inglesa. Me trajo a la memoria, salvando las distancias (claro), el clima de miedo que se vivió en España a mediados de la década de los setenta, los años inmediatamente seguidos a la muerte del dictador, periodo en que la democracia echaba a caminar  y yo era apenas un criajo metido en líos en un colegio donde no faltaban las camisas azules y las pistolas. Armas como aquellas que portaron los asesinos de los abogados laboralistas de la calle Atocha de cuyo fatal crimen se cumplió la semana pasada otro aniversario más (con los asesinatos prescritos y la vergüenza de que los asesinos consiguieran fugarse y quebrantar el cumplimiento de las penas a las que fueron condenados).

El libro de Abel Hernández ha dejado el regusto dulce de la decena de años en que disfruté, como uno más, de la fiesta del Paso del Fuego (y las Móndidas) en San Pedro Manrique. De eso hace ya más de otra decena de años. Una ausencia más que echar al saco de las deserciones personales (y luego lamentadas). Se titula El caballo de cartón y lo ha editado Gadir. Tiene la virtud de rescatar un delicado glosario de términos seguramente ya en desuso pero que muestra la riqueza del castellano más apegado a la tierra, un castellano de tierra dura y gente seca. En este sentido es una fiesta para los amantes del lenguaje. También exhibe la virtud de recrear, desde la mirada del niño que ya no lo es, un mundo extinguido, un modo de vida y de relaciones personales que nunca volverá. Está escrito, en cierta forma, desde la nostalgia de la infancia: pero es una nostalgia arqueológicamente sana. A mí me ha recordado muchísimo a uno de los primeros libros que publicamos en Bartleby: se titulaba Tormenta en Gredos, y el autor era Gaudencio Hernández (un abulense que había emigrado y hecho fortuna en Ginebra). Hace un par de años intenté localizarle para liquidar el saldo de sus libros y me enteré que había fallecido un par de años atrás. ambos libros muestran cómo era la vida en los pueblos de la Castilla interior durante la posguerra y en ellos pervive un punto en común: cómo todo cambió con la llegada de la luz eléctrica a la vida de los dos niños-narradores. Por lo estremecedor y por su valía periodística, si tengo que elegir, me quedaría con el libro-testimonio del periodista argentino. Eso sí, si alguien se anima a visitar las Tierras Altas sorianas, esas que se ondulan en silencio hacia profundos valles una vez traspasado en puerto de Oncala, le recomiendo que lo haga durante el mes de junio: es una época ideal para disfrutar de su paisaje, del rico queso de Oncala, de su museo de la trashumancia y, sobre todo, de una naturaleza que parece varada en el umbral de un mundo misterioso.

3 comentarios:

Unknown dijo...

¿Y por qué no reedita Bartleby "Tormenta en Gredos"?. Aunque el autor ya no exista, habrá familiares, amigos, alguien que responda como heredero...

Muy bella entrada

Anónimo dijo...

Bellísimo el libro de Abel Hernández. Y hablando de Soria, en la pequeña editorial que acabamos de fundar tres amigos, estamos pensando en reeditar alguna cosa de Avelino Hernández. Si lo hacemos te lo enviaré, porque estoy seguro de que te gustaría mucho (si es que no lo conoces ya, vaya).

Selva Otero-Pizarro dijo...

Aunque no venga al caso, no puedo resistirme a comentar el maravilloso hallazgo de Bartleby con NIÑAS Y DETECTIVES Y OTROS CUENTOS CON SANGRA DULCE, de la boliviana GIOVANNA RIVERO. Realmente a-s-o-m-b-r-a-d-a con su literatura. Me llamó poderosamente la atención semejante registro, por ejemplo Camas Gemelas. La excelente forma de manejar la doble personalidad de Macy en esos tonos de Cenicienta en Así, Nena. Pluma magistral por su naturalidad en el relato de la violación, sutil, fina, directa en Liliana Llorando. Con Perras y Soldaditos experimenté esa brutalidad, que te deja atónita, cuando se te cae una lágrima... Invito a todos a que lo compren, lo lean y después comenten.

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