¡Qué hermoso, Borja! La imagen de la derecha corresponde al mural principal del Centro Cultural Diego Jesús Jiménez, en Priego, donde acaba la Alta Alcarria y comienza la Serranía conquense, espacio que albergó durante muchos veranos la Semana Poética de Cuenca y que ayer acogió el penúltimo adiós de vecinos anónimos, autoridades y amigos al poeta Diego Jesús Jiménez (Borja: dos veces Premio Nacional de Poesía). La realidad no es nada si no puede soñarse. Es el verso firmado por el poeta que sobresale por encima del resto: ahí, gritado en voz alta, con lucidez y hasta con rabia. El día en que yo, también, dejé de leer El País, Juan Carlos Mestre nos sobrecogió con una emocionada, y entrecortada, lectura del poema "La Casa" (del libro Ronda del Aire). A mí se me había ocurrido sentarme en algún escalón de esas calles semivacías y con aire festivo de septiembre en Priego, con el verano ya en retirada, y leer los poemas de DJJ en su salsa. Luego, la realidad, los dejé en el coche, aparcado en la soledad de unas horas de siesta donde sólo rebotaban en la quietud del aire las voces de los locutores que narraban la última canasta de la selección española desde el interior de bares oscuros. De repente alguien preguntó si teníamos un libro con sus poemas. Y yo desandé a la carrera esas mismas calles vacías y les acerqué los míos: una primera edición de Itinerario para náufragos y el exhaustivo estudio sobre su obra que publicó Manuel Rico hace trece años en Pliegos de La Correría, Diego J. Jiménez: Capacidad Visionaria y meditativa del lenguaje. A Társila María, la hija mayor del poeta, le pareció bien la elección del título para leerlo. Y cuando Mestre acabó su lectura, su emocionante lectura de "La casa", un cerrado y prolongado aplauso aplastó sobre nuestras gargantas, como un puño, las lágrimas. Allí no había señoritos andaluces ni cuñadísimos, Borja. Gente del pueblo, amigos con los que echar la partida, amigos con los que compartir horas en torno a la voz y la palabra. Los amigos de Diego, Borja. El día en que yo, también, dejé de leer El País, mientras Juan Carlos Mestre recitaba al amigo en la triste tarde conquense, los pájaros se hicieron presentes con sus trinos en el patio del Centro Cultural de Priego, se escuchaban algunos gritos de niños en las callejas, el agua de la fuente brotaba del caño y se estampaba, burbujeante, en las losas del suelo, tres chavales tomaban una cerveza al paso a pie del cortejo fúnebre, el cielo, sobre nuestras cabezas, se poblaba de banderines que anunciaban la fiesta nocturna en Priego, el tardío sol del estío en Castilla alargaba nuestras sombras y, todavía, como siempre, un monolito seguía recordando a los caídos por Dios y por España a la puerta de la iglesia. Ese día, el mismo en que yo también dejé de leer El País, otros ciudadanos anónimos seguían excavando en las cunetas buscando los restos mortales de sus asesinados hace setenta y tres años. Ese día, ayer, nos enteramos por la páginas de Cultura de El País de lo que Quincy Jones opinaba sobre el talento de Michael Jackson, de lo que come la sobrina actriz de Concha Velasco y hasta de la muerte del poeta punk Jim Carroll, Borja. Hermoso, fascinante. Mientras, mientras los amigos enterraban a un doble Premio Nacional de Poesía en Priego, con cariño, con las imágenes del recuerdo en los ojos y un nudo en la garganta, alguien le buscó un hueco apresurado a la necrológica de DJJ en las páginas de El País para hoy. Y, hay que joderse, hasta para morirse aquí hay que tener buenos amarres, amigos bien encumbrados (contra viento y marea y tiempos políticos) que rebusquen bajo tu teclado los poemas inéditos o que luego saquen en procesión al muerto; amigos que garanticen páginas y más páginas en la prensa, blogs y bloggeros, que te recuerden cada 14 de septiembre; los mismos que ahora callan porque a lo peor DJJ sólo departía con los amigos de verdad. Los que quedaron en mi retina y mi memoria ayer, a las 20:00 h, con el sol bañando ya de rojo el calizo hondón de Priego y los cipreses de su cementerio: Antonio Hernández, Juan Carlos Mestre, Guadalupe Grande, Manuel Rico y Esperanza. Los amigos esperando a que una tumba vieja acogiera, ya para siempre, tus restos.
Aunque, claro, el titular de El Mundo, despedazando la noticia lanzada apresuradamente por la Agencia EFE el domingo por la tarde, tampoco tiene desperdicio: "Diego Jesús Jiménez, premiadísimo poeta": ¿cabe mayor ignorancia, Borja?
...Si volviese a la casa
negaría la paz. Los tiestos ya no tienen
la sangre de la flor, ni sube el griterío de la plaza, ni se
encuentra el jornal
para los olivares, ni está abierto el balcón, ni se ha casado Andrés
con Margarita (yuntas y carros, la lentitud
del buey, las cuevas, los rastrojos..)
ni labradores en el
llano
a media tarde, levantando la siega.
Si volviese a la casa
negaría la paz, comprendería
lo duro de esta siesta; vencería aquel miedo.
(versos finales del poema "La Casa", de Diego Jesús Jiménez)
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