Una de las cosas que más le molestaba a mi ex era que yo le preguntara a los niños "¿te mancaste?" en lugar de decirles "¿te hicíste daño?". Ahora mi hija, de tres años, dice "me cayó", en vez de "se me ha caído". Dos semanas durmiendo a pierna suelta por las noches frente a la alternativa de quedarse pegado por el calor y el insomnio sobre la sábana de cualquier cama mediterránea, dos semanas de correr y jugar sin miedo por las calles, de pasear en bicicleta y hasta de no tener que ir -por obligación ni estrictos horarios de hotel vacacional en pensión completa- a la playa, son dos semanas que dan para mucho.
Recuerdo una anécdota de cuando era pequeño. Supongo que tendría siete u ocho años. Estaba con mis padres en una fiesta de Castropol. Recuerdo un prado de hierba crecida y unos puestos con unas borriquetas y mostradores de madera donde servían las bebidas. Mucha gente. Me dan una moneda de un duro para comprar algo. Me marcho a ello y regreso, al poco, llorando:
-¿Qué te ocurre?, me preguntan.
Y yo respondo:
-¡Es que un guaje me empujó y me cayó el duro al suelo y sólo encontré cuatro pesetes!
También recuerdo, como una pequeña herida, cómo decían los de aquí que hablabamos los veraneantes de Madrid:
-Jjjjjjo, macho. Qué jjjjjjjjjjjjjjjjilipoyas ejjjjjjjjjjjjes.
Léxico para otro verano:
Chalano, por barca pequeña.
Lancha, por barca.
Andarica, por nécora,
Zampeña, por cangrejo
Prestar, por gustar
Mancar, por hacer daño
Marchar, por ir
Topar, por encontrar, dar con algo
Me gusta hablarles a mis hijos con la pluralidad del lenguaje de mi infancia: ¿te prestó venir a Tapia? Disfruta, marchamos este viernes...
Es un lenguaje que suena como el agua cuando golpea en las paredes del muelle, en marea alta, con los malecones a punto de quedar inundados bíblicamente.
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