19/7/07

Refutación del ingenio



"Si hay que volver a pasar, pasaremos", rezan unos carteles pegados en algunas paredes del Barrio de Salamanca de Madrid que ayer pude leer. Ayer, para los desprevenidos, era 18 de julio y se cumplían setenta y un años de la rebelión militar que encabezó Franco contra el gobierno legítimo de España y que acabó en la sangría de la Guerra Civil y la posguerra. La foto de la izquierda corresponde a las ruinas de Corbera d'Ebre, en la comarca de la Terra Alta tarraconense, uno de los pueblos más castigados durante los 115 días que duró la más encarnizada de las batallas que libraron nuestros abuelos durante aquella guerra. Pasear por las calles vacías del Poble Vell produce, por encima de todo, una sensación de desolación absoluta. No son las casas despanzurradas, los vanos en ruinas, la soledad de la torre acribillada: es el silencio, el canto de las chicharras, el viento rebañando las esquinas destartaladas. En Corbera hay abierto desde hace unos meses un Centro de Interpretación donde se muestran algunos restos y documentos relativos a la batalla. También organizan excursiones guiadas por aquellos lugares donde la cicatriz de la guerra aún asoma entre casamatas, trincheras abiertas en la tierra, cruceros de piedra y ruinas. Me contaron Montse y Messe que se trata de mostrar las heridas de la batalla, no de hacer juicios de valor. Su empeño es honroso. Son dos maneras de aproximarse a la herida: unos desde la soberbia de los vencedores y otros desde la prudencia de los vencidos. Otra manera de hacer evidente que todavía importa el bando en el que se juega la partida.

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