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| Javier Egea, poeta granadino (1952-1999) |
La otra ciudad: Santander
Hace 10 años
Desde entonces, cuando me ve, se cruza a la otra vereda, GIOVANNA RIVERO (Niñas y detectives).
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| Javier Egea, poeta granadino (1952-1999) |
El título de la novela de Esther Tusquets me acompaña durante los largos meses del invierno asomando su lomo desde la librería. Es una compañía que dura ya más de veinte años. Un título valioso. Un cofre. Contiene recuerdos de una infancia cada vez más lejana y feliz (en la distancia). Una niñez que ahora sólo evocan fotografías en blanco y negro amontonadas en un cajón. Muy parecida, en cierta manera, a la que ahora yo me empeño en almacenar en imagenes digitales para que mis hijos, dentro de muchos años, puedan amasar también gratos recuerdos de sus veranos. Contiene ese cofre, también, láminas de una adolescencia frenética por los agudos acantilados de isla Tapia, interminables tardes de pesca en el muelle de "fora" que acababan, a lo sumo, con el pobre botín de unos farros y alguna maragota. Y noches acechando el cielo cuajado de estrellas. A mí me gustaba fantasear siguiendo la línea oscura de la costa con las luces que se veían a lo lejos y que presagiaban vidas desconocidas, anhelos inalcanzables de otros que, tal vez, en un juego recíproco, sentados en otro malecón, mirasen la costa y el destello intermitente del faro de isla Tapia en esos momentos. De repente, en la quietud de la playa tan sólo amenazada por el incesante rugir que las olas, en la bajamar, traen a nuestros oídos, ha soplado con fuerza una ráfaga de viento del nordes. El aire, frío, se mete por mis fosas nasales y comprime el aroma de todos esos otros veranos ya sólo bosquejados, con vaguedad, en mi memoria. Soy al fin consciente, después de cinco días de lluvia mansa, de que el Cantábrico nos saluda de nuevo, otro año más. Y que es el mismo mar de todos los veranos. Nosotros, sin embargo, ya no.