Amanezco con la confirmación de una intuición: la película de Juan José Campanella ganó el Oscar a la mejor Película Extranjera en la gala celebrada durante la pasada madrugada en L. A.; anoche, tan sólo unas horas antes de conocerse el galardón, estuve viendo esta cinta en una semidesierta sala de los cines Princesa (apenas diez espectadores). La actuación de algún secundario, como el que interpreta al personaje Pablo Sandoval (Guillermo Francella), la inclusión en el guión de una turbadora certeza (cómo la dictadura argentina utilizó asesinos confesos en su labor represiva), el indudable buen hacer de Ricardo Darín y la mirada derrotada de Irene Menéndez (interpretando a la "doctora" Soledad Villamil), son algunos de los apartados que convierten a este thriller en un bocado apetecible. La inserción de las historias de amor en el guión, a mi juicio, no están bien resueltas. Por eso la cinta se torna lenta y pesada a ratos. Ni siquiera el giro final, intuido mucho antes de que se desvele, la salva. En definitiva, se trata de una propuesta desasogante para el espectador que le debe buena parte del galardón de la industria norteamericana a otra anterior, sobresaliente e injustamente ignorada por los académicos USA: El hijo de la novia, del mismo director. Enhorabuena, claro está.
La otra ciudad: Santander
Hace 10 años
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